domingo, 3 de febrero de 2008

territorio comanche



Cementiri musulmà d'Srebrenica. Agost 2007.
http://es.wikipedia.org/wiki/Srebrenica




Comentari de Territorio Comanche, d'Arturo Pérez-Reverte.



“De todas formas, blancos, negros o amarillos, del bando que fueran, todos los cadáveres que podía recordar eran siempre el mismo en la misma guerra, en su memoria y fuera de ella. Una vez hizo la prueba: editando un Informe Semanal sobre Angola, donde los muertos eran negros, insertó algunos planos de archivo con otros, blancos, filmados dos años antes, en el Salvador. Antolín, el montador de vídeo, estaba preocupado. Verás como la liamos, decía. Pero nadie notó la diferencia.”

Son solo distintas caras para la misma muerte; la que nosotros permitimos, de la que somos cómplices, la que a cada gesto propiciamos y a cada indiferencia ejecutamos sin pestañear. Muertes que nos escupen a la cara reporteros como Barlés y Márquez, no dejando lugar a la ignorancia del terror como excusa ante el juicio de nuestro pequeño papel en el mundo. Ya no vale el “no sabia”. Todos y cada uno de nosotros hemos masticado un bocado de carne mientras en la pantalla las cunetas de medio planeta se llenan de muertos. Y tragamos. Tragamos sin mover más músculos que los necesarios para engullir y cortar otro pedazo de filete. Sabemos, en lo más hondo, que vivimos a expensas de muchos de esos cadáveres y de todas esas injusticias. Sabemos que todas esas vidas llenan nuestros depósitos de gasolina, nuestras supermercados de productos y nuestras casas de artilugios electrónicos de última generación. Y saberlo despierta el egoísmo que nos paraliza y nos convierte en cómplices.
Hace tiempo creía que la mayor aspiración de un periodista era dar voz a los silenciados y gritar a los cuatro vientos las injusticias porque “esto no puede ser!”, “esto se tiene que saber!”, sintiendo que, una vez enterado, el mundo pondría solución al problema. Ahora creo entender que los periodistas son el espejo que nos devuelve nuestra auténtica imagen, nuestro retrato a lo Dorian Gray, mientras nos mostramos bellamente impertérritos ante la barbarie que en él se refleja.

No había leído novela alguna de Pérez-Reverte y me ha gustado encontrar en las páginas de Territorio Comanche la prosa fresca, dura y profunda que conozco desde hace años de sus artículos; esta escritura con la que, rozando el cinismo, desmenuza la realidad entre grandes sentencias y batallitas de carajillo a un ritmo que no te deja abandonar. Este es un libro lleno de estas historias. Es una cena con vino y espectáculo de la memoria, una barra de bar donde un par de codos amigos se rozan y se pierde la cuenta de las rondas. En cierto modo, creo reconocer entre estas líneas de Reverte, escritas en plena guerra de Bosnia, el testimonio del quien siente que quizás no vivirá para contar, a quien quiera escuchar, parte de lo aprendido.

No en vano, la novela está escrita desde las reflexiones y los recuerdos, en tono biográfico, de un corresponsal de TVE llamado Barlés. El corto tiempo real en el que transcurre la acción lo sitúa a él y a su cámara y amigo Márquez en las cercanías de un puente en Bijelo Polje. Aguardan escondidos a que la Armija musulmana intente cruzarlo y poder grabar como lo hacen volar por los aires los soldados croatas. Durante la espera, los recuerdos y pensamientos de Barlés fluyen por las páginas como un torrente, llenándolas de imágenes de sus experiencias como reportero de guerra y los sentimientos que éstas le hicieron sufrir. Son anécdotas vividas en conflictos en el Líbano, el Sahara, El Salvador, Libia, Bosnia... que tan solo buscan poner sobre nuestra mesa mental su pura y dura visión de la peor cara del ser humano: la privilegiada vista del reportero de guerra, del espejo que nos devuelve nuestro peor reflejo.

Territorio Comanche no es una historia de las que describe O’Brian en el párrafo citado al principio del libro. Es simplemente una historia de guerra que deja que cada uno la digiera y la aproveche a su manera.





Una auténtica historia de guerra nunca es moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis.

Tim O’Brian.
Las cosas que llevaban los hombres que lucharon.




Molt recomanat!

1 comentario:

Unknown dijo...

Decenas de guerras , que actualmente tiñen los ríos y campos de rojo, y nosotros sin enterarnos anoser que busquemos y busquemos, porque tenemos la suerte d vivir una vida lejos de eso que deja insignificante la palabra miedo o dolor.
Las guerras nunca son justificadas,. Podemos contar mil historias leer cientos de artículos
pero nunca sabremos lo que es y ojala nunca tengamos que vivirlo ojala nadie tuviera ke vivirlo, pero es uno mas de los flagelos de esta vida,nuestra vida, y somos nosotros los que en paz vivimos los que debemos hacer algo ,como podemos vivir dignos sin siquiera recordarlos. Pero por donde empezar.?